Noticias | Centro de Estudios Maximalistas
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#Libros. «Vivir en la misma dirección». Un manifiesto por la vida en comunidades igualitarias urbanas, colivings, cohousings, etc. a todas las edades


https://editionsxyz.com/livre/loger-a-la-meme-adresse/
Alerta del «Cirujano General» de EEUU: «Nuestra epidemia de soledad y aislamiento»: La soledad presenta una profunda amenaza para la salud pública similar al tabaquismo y la obesidad.

https://www.hhs.gov/sites/default/files/surgeon-general-social-connection-advisory.pdf

Según una encuesta citada, en EEUU el tiempo que se pasa con amigos disminuyó 20 horas al mes entre 2003 y 2020 mientras que el tiempo que se pasa a solas aumentó 24 horas al mes en ese período

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36618547/

“No se trata solo de personas que se sienten bien o mal con su vida social”, dijo Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad Brigham Young y editora científica principal de la alerta. “Realmente tiene un impacto en nuestra salud física”.

https://www.washingtonpost.com/health/2023/05/02/loneliness-health-crisis-surgeon-general/

Artículo del «Cirujano General» en New York Times sobre la soledad y sus efectos que precedió la alerta oficial

https://www.nytimes.com/2023/04/30/opinion/loneliness-epidemic-america.html
#Historia. Mañana es 9 de mayo, el día de Icaria. En la imagen, representación de un mitin dentro de un «pinic icariano» en la película «El joven Marx» (2017)
Con la incoporación masiva de mujeres el comunismo icariano descubre una nueva forma de actividad política pública: los picnics dominicales. Miles de hombres, mujeres y niños se reúnen en espacios abiertos por toda Francia para comer juntos, cantar, bailar, discutir, elevar cometas, disfrutar de los juegos de campo… Es esa experiencia, esta exaltación de la familia en comunidad, la que hace a la idea de una sociedad organizada como comunidad creíble. Es un pequeño adelanto de la vida comunista, un ejercicio moral.

Es en los picnics donde Icaria deja de ser un modelo literario para convertirse en un sueño cercano. La torpeza de la represión, alentada por la agresividad de los medios conservadores irá poco a poco convirtiendo el «qué bueno sería si tuviésemos una pequeña Icaria en estos momentos», en una corriente que quiere dar el salto a la realidad de un Icaria aquí y ahora.

Y las mujeres obreras serán un pilar fundamental en el asentamiento del comunismo. Los icarianos comienzan a sentirse una gran familia organizada, son cada vez más los que se sienten un pueblo y empiezan a pensar que la emigración para construir su propia comunidad es una alternativa más segura que la revolución que se acerca.

¿No ha insistido el mismo Cabet en que su lugar está en lo constructivo más que en la batalla política? Cada vez más se marca la separación entre el deseo de ver Icaria materializada y el sueño, nunca tan satisfactorio, de una república social para Francia en la que esperan poder defender la idea de Comunidad libre y abiertamente.

Es este sector el que anima por medio del exiliado polaco Louis Krolikowski a Cabet a retomar su interpretación irreligiosa de las ideas de Jesús de Nazaret como un comunitarismo. Al presentar a Jesús no como una figura divina sino como un líder de los trabajadores, el «Verdadero Cristianismo» causa pánico a los censores y los aparatos de la inteligencia del régimen. Se dan cuenta de que puede ser verdadera pólvora en los barrios obreros.

Pero en realidad no refleja como ellos creen una nueva línea proselitista orientada hacia los trabajadores menos cualificados. Lo que está ocurriendo es que los icarianos de base están impulsando nuevas metáforas. Pocos se atreven a decirlo abiertamente, pero cada vez son más los que ven a Francia como el Egipto bíblico y su futuro como un éxodo encabezado por Cabet.

Cabet y la dirección icariana no quieren transitar ese camino. Rechazan la puesta en marcha de comunidades igualitarias de pequeña escala. El mismo Viaje a Icaria condena a los fourieristas y a su propio amigo David Owen con un párrafo contundente:

«¡Nada de comunidades parciales, pues el éxito no puede hacer bien y la caída, casi segura, haría siempre mucho mal! ¡Solo proselitismo y siempre proselitismo hasta que la masa adopte la comunidad!»

Cabet nunca se decantará abiertamente, de hecho oscilará en los años siguientes para desesperación de sus seguidores tanto en Francia como en América, pero a partir de 1846 comienza a dar vía libre a la publicación de artículos que empiezan a expresar que las comunidades parciales, que es como Cabet llama a la organización de una economía igualitaria en pequeña escala, pueden ser posibles.

A partir de ahí los argumentos de la corriente que quiere abandonar Europa se despliegan: estas comunidades serían escuelas para la vida en común y lejos de competir con el proselitismo en Francia, reforzarían los argumentos de la propaganda política, etc.

Las aguas del Mar Rojo se estaban abriendo. La presión de la policía política sobre un movimiento pacífico y familiar, convertirá el camino abierto en una amplia alameda. En abril Cabet discute con los más cercanos un texto que se anunciará como «la gran confidencia». El 9 de mayo de 1847, será publicada en las páginas finales de Le Populaire con el discreto título Confidence-Remède, pero se recordará por su llamamiento final, escrito en mayúsculas: Allons en Icarie!

«Breve Historia de las Colectividades», Cuadernos Maximalistas #3
Salida de los icarianos hacia América desde el puerto del Havre. «Allons en Icarie!» (¡Vamos a Icaria!)
Bandera icariana, prensa diaria de los icarianos en San Luís y planos del asentamiento en Corning
¡¡Os deseamos un gran día de Icaria!!
¡¡Allons en Icarie!!
Icaria y la tangibilidad

La semana pasada una compañera nos comentó el alivio que había sentido al disponer de algunos de nuestros cuadernos en papel. Poder tocar y disfrutar de ellos iba para ella mucho más allá de la «usabilidad». Significaba dar a lo que el propio texto decía algún tipo de materialidad, de realidad concreta, que el formato digital no podía transmitirle.

Entre los icarianos que promovieron crear colectividades, una buena parte pretendía que se fundaran dentro de Francia, no demasiado lejos de ciudades donde los obreros icarianos estaban ya organizados en cierto número como Touluse.

Argumentaban que mostrar de modo tangible que el trabajo puede auto-organizarse y organizar la producción bajo el lema que aparecía en la portada del «Viaje a Icaria», «de cada cual según sus fuerzas, a cada cual según sus necesidades», daría realidad y tangibilidad al mensaje comunista icariano entre los sectores más atomizados de trabajadores de los talleres y las fábricas.

Hubiera sido interesante ver qué hubiera pasado con las comunidades icarianas si se hubieran organizado en Francia y qué habría sido de ellas durante las revoluciones de 1848 y 1871. Hoy sólo podemos hacer conjeturas. La elección de Tejas como destino eliminó esa posibilidad de la Historia real. Icaria, en la distancia, nunca llegó a parecer algo material ni accesible a los trabajadores europeos y su influencia en la toma de consciencia y la evolución de los movimientos de trabajadores en Francia fue nula.

176 años después, la promesa tras el «¡¡Allons en Icarie!!» sigue teniendo un potencial inmenso... a condición de que las Icarias que vengan no renuncien a ser tangibles buscando lugares remotos, parajes inaccesibles o actividades marginales. Porque su aporte es, precisamente, la tangibilidad, la materialidad, la demostración de que una alternativa basada en el comunal y la abundancia no es solo necesaria sino posible.

Y hoy, más que nunca, es necesaria.

¡¡Allons en Icarie!!
Conquistar el trabajo, conquistar la tierra

Hay un elemento común en prácticamente todos los grandes movimientos de colectividades, desde los icarianos al kibutz y a las más interesantes de las colectividades agrarias que precedieron —y luego sirvieron de base en el campo— a la Revolución española.

Son movimientos que arrancan bajo el objetivo de «conquistar el trabajo» en un marco de crisis y exclusiones, y que para conseguir ese objetivo acaban dando batalla para «conquistar la tierra».

Ese «conquistar» significa casi siempre transformar parajes desolados de pedregal y secano en zonas vivas y fértiles. Y pasa por el desarrollo de innovaciones y nuevas formas socializantes de organización del trabajo.

Los planes de impacto ambiental y sostenibilidad, la alimentación científica de la ganadería o el riego por goteo nacieron en colectividades y no fue por casualidad.

Su lógica es muy distinta al tipo de desarrollo centrado en la capitalización creciente que ha llevado a la ultraintensividad. Se trata en todos los casos de implicar a todos en todo al tiempo que se aumenta la productividad de recursos relativamente escasos como el agua. El resultado es un aumento de la productividad del trabajo que, comunal mediante, reduce las horas necesarias y aumenta el bienestar sin sobrecargar ni tensar el medio.
La despoblación, la destrucción de la biodiversidad y sus alternativas

Un artículo publicado ayer en Science denuncia que la reducción de la población rural pone en peligro la biodiversidad y los hábitats que dependen de la interacción entre la agricultura no intensiva y el medio natural. Las cifras que enmarcan esta constatación asustan: globalmente la población rural ha caído un 25% en los últimos 50 años, abandonándose el cultivo en 400 millones de Ha, una superficie equivalente a la mitad de Australia.
La conclusión más importante de este trabajo es que el simple abandono de campos y el consiguiente «rewildening» pasivo, rara vez produce un alivio y cuando lo hace es en zonas de agricultura intensiva y ultraintensiva donde la biodiversidad ya estaba prácticamente arrasada. Pero, incluso en estos casos, el resultado nunca es una vuelta al equilibrio anterior, sino una recuperación parcial no necesariamente sostenible ni positiva.

Pero en la gran mayoría de los casos estamos hablando de agricultura de secano, agricultura de subsistencia, explotaciones tradicionales y ganadería extensiva. En ellos, «la larga historia coevolutiva de estos paisajes y sus gentes, que se encuentra, por ejemplo, en Europa del Este, Japón y partes de los trópicos, ha creado una gran heterogeneidad de hábitats que puede desaparecer tras el abandono y conducir a la pérdida de especies localmente raras y a la homogeneización de la biodiversidad».

Otro efecto del abandono rural señalado por el trabajo es el aumento y cronificación de los incendios en las estepas rusas, centroasiáticas y los «ecosistemas del Mediterráneo, un punto caliente de biodiversidad mundial».

Primera conclusión: la sobre-capitalización del campo produce intensividad en unos lugares y abandono de cultivos en otros, pero en ambos casos se destruye el entorno y la riqueza del medio natural. Segunda conclusión, donde hay abandono de formas de cultivo, esta destrucción se torna irreparable si simplemente se confía en que «la Naturaleza recupere el espacio».

Pero no podemos quedarnos ahí. Si el campo se despuebla es porque mantener las formas de producción tradicionales significa, en la mayor parte de los casos aceptar una condena a la pobreza, pobreza que en muchos lugares es extrema. En general, la alternativa que el sistema actual plantea al campo es capitalización y concentración acelerada o abandono puro y simple. En ambos casos, la población existente pasa a «sobrar» y al desaparecer la interacción entre modos de producción tradicionales y entorno se daña al medio y se reduce la biodiversidad.

La alternativa estilo UE, mantener a la población («fijar» le llaman, en un reflejo feudal) como «guardianes del paisaje», renunciando al uso productivo de los recursos es realmente insostenible, sólo aplica en las regiones en abandono -no en las de desarrollo de la intensividad- y sólo palia parcialmente la velocidad del desastre en marcha. ¿Van a mantenerse arrozales tradicionales o bosques sólo como atracción turística? ¿Con qué recursos? La experiencia portuguesa o la rusa hablan por sí mismas. En esos países el estado ha renunciado a compensar el abandono del mantenimiento y limpieza de los bosques comunales que antes realizaban los vecinos como parte de su economía y ahora hay una temporada de incendios que se come centenares de miles de hectáreas cada año. Temporada de la que se habla como si fuera un fenómeno natural... o de la que se culpa al cambio climático, lo que es una verdad a medias y por tanto peor que una mentira.

¿Qué hacer? No se trata de concebir ni los ecosistemas ni los agrosistemas como un museo. Y menos aún a la población rural como una especie de «cuidadores de sala». Tampoco es aceptable que «fijar» población signifique atar a agricultores, campesinos o jornaleros a la pobreza. Y desde luego no basta con «atraer población» si van a aterrizar en un medio que se está abandonando o destruyendo y su actividad no se relaciona con nada que cambie la tendencia.
¿Y entonces? La fórmula es conocida desde hace mucho tiempo: Redistribución poblacional aunque sólo sea para acercar el consumo a la producción de alimentos; una nueva agricultura muy productiva pero no tensionadora de recursos, es decir, «ecológica» y automatizada al mismo tiempo; desarrollo de un nuevo tipo de industrialización, limpia y distribuida, en el medio rural; organización de la demanda en las ciudades de manera más eficiente y consciente; etc. Y de fondo: tratar la alimentación como algo que la sociedad debería proveer de forma directa e incondicional a cada uno de sus miembros sin destruir los agrosistemas y ecosistemas que la hacen posible.

La cuestión es: ¿se puede esperar que todo esto «ocurra» o «se haga» sin más? Si algo nos enseña la Historia es que las grandes transformaciones, cuando son en beneficio de las grandes mayorías, no se realizan con estas mirando desde la barrera.
Vivienda en derecho de uso

Hace poco comentábamos que en Alemania está habiendo una verdadera explosión de la vivienda cooperativa en derecho de uso.

El modelo de propiedad en realidad no tiene ningún secreto: un grupo de personas, organizadas como cooperativa, levanta un edificio. Al acabar la construcción en vez de dividir la propiedad entre los socios, les da un «derecho de uso» bajo ciertas condiciones.

Estas condiciones, distintas en cada comunidad, explicitan por ejemplo cuánto tiempo se puede tener cerrada la vivienda sin perder el derecho de uso o si este es heredable y si lo es, en qué casos.

Lo que siempre es común son tres cosas:

1. La propiedad del edificio entero es de la cooperativa siempre.

2. La cooperativa se encarga del mantenimiento, las actividades comunes, la aceptación de nuevos inquilinos, etc. para lo que cobra una cuota mensual de los socios.

3. Cuando alguien marcha o pierde su derecho de uso recupera la aportación inicial, que corresponde a su parte del coste de construcción.

El ejemplo típico de esta forma cooperativa de propiedad es el de Andel en Dinamarca, una confederación cooperativa cuya rama de vivienda -su objetivo inicial- mantiene ya más de 125.000 viviendas bajo este modelo. Nosotros siempre solemos dar en cambio la referencia de Trabensol, una cooperativa de vivienda en derecho de uso para mayores en Madrid en la que las ganancias en esperanza y calidad de vida son palpables desde el momento en que te acercas.

Ambas son muy diferentes entre sí. Los Andelsbölig daneses son poco más que alquileres baratos en buenos barrios que a menudo se empeñan en poner demasiadas restricciones (tamaño de las mascotas, número de hijos, etc.). Trabensol es otra cosa... y por eso tiene ese efecto entre sus miembros.

¿La diferencia? Las Andelsbölig se forman entre gente que a menudo no se conoce y cuyo objetivo es simplemente tener acceso a una vivienda. No hay proyecto común más allá del conservar el comunal. La cooperativa en ese marco es poco más que una comunidad de vecinos con una regulación propia y una cierta vocación de alimentar actividades comunes. Sin pasarse.

Trabensol viene de un grupo de mayores que habían compartido actividades y acción social durante años en un coro parroquial. Lo que les movía era el objetivo de construir una residencia para mayores autogestionada por ellos mismos para desarrollar una forma particular de trabajo: eso que suele llamarse el «envejecimiento activo». Por eso, cuando vas, lo primero que te enseñan es el huerto, verdadero orgullo colectivo, mientras descubres que no hay miembro que no participe de la organización de las mil actividades comunitarias que realizan en algún comité. El visitante no tardará en descubrir además que todos están al día de todo y que hay una vivísima conversación colectiva.

De los fundadores no queda ya casi nadie, pero la cultura y el modo de vida permanecen. Trabensol es una colectividad... de trabajadores jubilados. Esa es la clave.